sábado, 10 de marzo de 2007

Nadia Epstein: El Angel Negro

Reportaje íntimo y revelador a la nueva malvada de la televisión argentina. Y confesiones de una vida plagada de duros golpes. Como el que recibió al descubrir al padre de sus dos hijas con otra mujer. “Pensé que no iba a soportar vivir sin él…”. El público ya la juzgó. Ahora es tiempo de conocerla.



Un día antes de salir de la casa con el 91,9% de los votos, ya percibía lo que se le venía. Y lo anticipó en el confesionario: “Creo que afuera soy la mala”. Pero tras semejante intuición, lejos de apichonarse, agregó con una sonrisa maquiavélica: “Y está bueno ser la mala…”. Más claro, échele nafta. Por algo Nadia Epstein (25) se convirtió en la participante más odiada de las cuatro ediciones de GH, título que hasta el lunes 5 le pertenecía a Eleonora. Y por algo su salida fue pico de rating: 34,9, cuando Jorge Rial le anunció que tenía cinco minutos para abandonar la casa.
Su rivalidad con Marianela la expuso a lo peor de su personalidad, y los motivos ya los dio en cadena nacional. Por eso, ahora es tiempo de tratar de entender por qué Nadia es como es. Y para eso, será clave escuchar su historia. Contada por ella, sin intermediarios.
“Yo vivía en Once con mis viejos, David y Thelma; y mi hermana Natasha (mis tres medio hermanos ya estaban casados). Pero mis padres estaban virtualmente separados y tenían una convivencia de mierda. Entonces, a los 13 años no soporté más sus constantes peleas y decidí irme de casa. Me fui a vivir a lo de una amiga en Caballito. Igual sólo iba a dormir. Me la pasaba en la calle, yendo a bailar. Y dejé la escuela en primer año. Después, por suerte, pude terminar hace dos años en una nocturna”.
Stop. Sí, Nadia creció a los golpes. Y así forjó su polémica personalidad. Pero es sólo el comienzo. Ahora vendrán muchos más. Todos fuertes, por cierto.
–¿Consumiste drogas en ese tiempo?
–Sí, las probé. Pero nunca caí en la tentación de adoptarlo como una opción de vida.

–¿Cuándo fue la última vez que consumiste?
–Mmm… no hace mucho. Para serte sincera, a veces me da por hacerlo.

–¿Cómo conociste al que luego sería el padre de tus hijas?
–Nos presentó una amiga en común. Yo tenía 15 años y él (Rodrigo, policía, ¡primo segundo de Matías Alé!) 24. Al principio me atrajo mucho físicamente, y cuanto más lo conocía, más me gustaba. Y cuando conocí a su familia me enamoré mucho más.

–¿Por qué?
–Porque era la familia que no había tenido en mi infancia. Al toque me fui a vivir con ellos a Boedo. Y a los dos meses quedé felizmente embarazada, porque fue un hijo buscado. Al mes y medio de tener a Yael (8) volví a quedar embarazada, de Michelle (7). Pero a los ocho meses de vida de Michelle los médicos descubrieron que era hipoacúsica. Fue otro golpe duro, pero salimos adelante. Hasta que llegaron las infidelidades de Rodrigo, y todo se vino abajo. Igual él fue, es y será el amor de mi vida, porque las cosas que hice por él no creo que las vuelva a hacer.

–¿Qué cosas hiciste?
–Desde rogarle que no me dejara, hasta perdonarle infidelidades. No creo que me vuelva a enamorar así de una persona. Ojalá me equivoque…




–¿Por qué terminaron?
–Porque un día, hace ya tres años, lo encontré en nuestra casa a los besos con otra chica. Por suerte a la mina me la volví a encontrar, y me saqué las ganas de pegarle. ¡Pero a él al principio lo volví a perdonar! Igual no aguanté mucho tiempo, y decidí separarme. Los primeros meses sin él fueron terribles, incluso pensé que no iba a poder soportarlo…

–¿Al límite de querer matarte?
–(Hace un silencio) Sí… lo pensé, porque no podía imaginarme una vida sin él. Encima yo había quedado muy sola: con mi familia no tenía trato porque no estaban de acuerdo con la relación, a mi papá lo volví a cruzar dos veces y no me interesó verlo, y de mis amigas me había alejado después de ser madre.

–¿Cómo siguió la relación con tus hijas?
–Yo no podía llevarlas conmigo porque no tenía un sostén económico, y en la casa de los padres de Rodrigo tenían todo: amor, educación, comida y un techo. Por eso pensé que lo mejor era que vivieran con ellos. Y durante los dos años que trabajé en una estación de servicio (por 900 pesos mensuales), las veía una vez por semana, en mi único franco.

–¿Te arrepentís de eso?
–Sí, muchísimo. Por eso el año pasado agarré el trabajo de cajera en un boliche (Gorriti Social Club), y entonces pude volver a verlas de lunes a viernes.

–¿Hoy cómo es la relación con Rodrigo?
–Sólo nos comunicamos por nuestras hijas, él ya formó una nueva familia.

–¿Y tus hijas cómo llevan que sus papás estén separados?
–Más o menos. Antes de entrar a Gran Hermano leí el diario íntimo de Yael, y decía: “Papá, dejá a La Momia (la pareja del papá) y volvé con mamá, que yo sería muy feliz…”

Stop. Nadia hace una pausa. Toma un poco de agua, y sigue. Se vienen más golpes… Play.




“Después de separarme conocí a Ignacio, un hombre que me inspiró una enorme confianza. Y a los cuatro meses de noviazgo nos casamos. Pero tres meses después me pasó lo mismo: una de mis mejores amigas me llamó desde el Bingo Avellaneda para decirme que acababa de ver a mi marido con otra mujer y su familia, o sea que tenía una doble vida…”.

–¿Y qué hiciste?
–Terminé la relación y me fui a vivir a la casa de mis amigas Jennifer (ex pareja de Omar Suárez, dueño del boliche Cocodrilo) y Vanesa, la mamá de mi ahijada. Y hace poco volví a la casa de mi madre, que vivía sin luz, sin agua ni teléfono. Pero mi hermana ayudó muchísimo económicamente para mejorar la situación.

–¿Y tu última relación fue con el famoso Rocky?
–Sí, pero no voy a decir quién es porque quiero protegerlo, y nunca fuimos novios oficiales. Yo estoy enganchada y tengo muchas ganas de verlo, pero me cuesta confiar en la gente. Mis dos experiencias anteriores pesan mucho.

Stop. Saludo final, confesión de ansiedad por verse en la tapa de Paparazzi, y un gran desahogo. Nadia acaba de contar su historia. Las conclusiones corren por cuenta del lector.




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